Puede que haya algo que a Diana Krall no le salga bien, pero será en su casa. Lo digo porque uno va a un concierto de esta mujer con la mosca detrás de la oreja: rubia, guapa, elegante, pianista de jazz y que además canta con una voz que es como una brisa de verano entrando por la ventana en una noche de insomnio. "Ya verás como aquí falla algo".
Pero no. Poco a poco fueron llegando canciones como Let's Fall In Love, The Look Of Love o I've Got You Under My Skin. Incluso hubo un momento, cuando cantaba eso de "There's nothing I couldn't do / if I had you", en el que sus músicos dejaron de tocar, el público se quedó callado, y sólo se escuchó la voz de esta mujer acompañada de un coro de grillos veraniegos ataviados para la ocasión.
Lo que han cambiado las voces femeninas del jazz, pensando en la atormentada Billie Holliday, y viendo a esta blanquita canadiense, sentada delante de su piano como pudiera estarlo en el salón de su casa, sin ningún exceso de diva, y vestida como para ir al trabajo en una oficina, o para llevar a los niños a un cumpleaños, o tomar café con las amigas, o salir a tomar una copa tranquila con Elvis (Costello, su marido).
La cuestión es que demostró que no hay gato encerrado, que todo lo hace bien. Igual luego resulta que a sus gemelos no les gusta las tortitas de sirope que les prepara, o que a Elvis le molestan sus ronquiditos. No lo sé. Pero seguro que a hasta cuando suelta esos ronquiditos lo hace tan bien como el concierto de anoche.
Y la sorpresa es que todo lo hacía bien. Hasta lo de ser madre. Porque mamá Diana se entretuvo en contarle al público de Lorca que se había dejado a sus dos gémelos durmiendo en el hotel, y que al día siguiente se despertarían a las ocho en punto, así que sólo haría una canción más. Dijo que le había encantado España en su primera gira, su gente, su cultura, "y su vino", bromeó. Tan natural ella que, cuando el viento le revolvió el pelo, dejó de tocar, rió, susurró un "windy" para el público, y continuó como si tal cosa.
Lo que han cambiado las voces femeninas del jazz, pensando en la atormentada Billie Holliday, y viendo a esta blanquita canadiense, sentada delante de su piano como pudiera estarlo en el salón de su casa, sin ningún exceso de diva, y vestida como para ir al trabajo en una oficina, o para llevar a los niños a un cumpleaños, o tomar café con las amigas, o salir a tomar una copa tranquila con Elvis (Costello, su marido).
La cuestión es que demostró que no hay gato encerrado, que todo lo hace bien. Igual luego resulta que a sus gemelos no les gusta las tortitas de sirope que les prepara, o que a Elvis le molestan sus ronquiditos. No lo sé. Pero seguro que a hasta cuando suelta esos ronquiditos lo hace tan bien como el concierto de anoche.
(P.D.: Y cuando vayáis a un concierto, acordaos de llevar una tarjeta de memoria para la cámara)
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