martes, 31 de enero de 2006

UNA FOTO

Una tarde de enero, sobre las cinco. Cielo de invierno azul y limpio en Madrid. Mientras leo en la cama y escucho buena música, el aire frío de la sierra se cuela por la ventana. Un momento tranquilo. Una foto que, en apariencia, no dice nada, pero que dice mucho.

("Libro, nube... ése es mi descanso", de una canción de "El último de la fila")

lunes, 30 de enero de 2006

LA HOGUERA

Se hizo bibliotecario de la pequeña biblioteca de su ciudad para estar cerca de los libros, rodeado de ellos. Quería ser escritor y aprender de los grandes maestros de la literatura. Pensó que su proximidad, su continua lectura de obras universales le serviría en su aprendizaje. Sin embargo, con el paso del tiempo y la imposibilidad de escribir un libro, ni tan siquiera una frase buena, convirtió al pequeño bibliotecario de pueblo en un ser tímido y acomplejado. La decepción le hacía pensar que nunca sería incapaz de escribir nada que estuviera a la altura de sus ídolos, que ellos habían escrito todo lo bueno que había por escribir y todo intento de igualarse a ellos iba a ser vano e infructuoso. Todo estaba hecho ya. Enloquecido por su incapacidad de escribir, entró en la biblioteca una noche e hizo una enorme hoguera con todos los libros. Había que empezar la Historia de la literatura desde el principio para que sus libros tuvieran sentido. Pero como él era también un personaje de ficción, el protagonista de esta breve historia, el pequeño bibliotecario ardió junto a Sherlock Holmes, Don Quijote, Madame Bovary, el coronel Aureliano Buendía, Raskolnikov, Lady McBeth, los Tres Mosqueteros, la Maga, Stephen Dedalus, el Marqués de Bradomín, el capitán Ahab, Pedro Páramo, Gregor Samsa… y, bueno, todos los demás también.

sábado, 28 de enero de 2006

OLA DE FRÍO

En invierno, la sociedad tiende a dividirse en dos clases sociales. Los que, dignos y prepotentes, miran a los otros por encima del hombro cuando afirman "yo no soy de esos" o preguntan con desprecio "¿tú también eres de esos?", y los que son de esos. A mí no me da miedo reconocer que yo sí soy de esos que, al dormir, se sacan los calcetines por encima del pijama para que no se suba la pata y, así, no entre el frío. Sí, yo también soy de esos.

sábado, 21 de enero de 2006

TODO TAN RÁPIDO

En mi sueño, todo el mundo iba muy, muy rápido, y yo estaba ahí, quieto, sin hacer nada. Quiero decir que, poco a poco, todo empezaba a girar como en un tiovivo, y que la gente iba cada vez a más velocidad, y yo estaba ahí, quieto. Sin hacer nada. Los hombres y mujeres crecían, se tocaban, se gustaban, iban para acá y para allá, viajaban y sonreían, con estruendosas carcajadas que sonaban como desde detrás de una pared. Todo iba muy, muy rápido, y yo estaba, ahí, quieto. Era un espectador mudo de todo lo que pasaba a mi alrededor, de todo lo que los demás hacían a una velocidad a la que yo no podía incorporarme, como si algo me tuviera atenazado de horror. Un tiovivo, con sus luces incluidas, iba y venía, me rodeaba, y las risas continuaban, y todos hacían cosas, no sé muy bien decir qué hacían, pero hacían cosas mientras yo estaba ahí, quieto. Echaban fotos, ganaban premios, merendaban tartas y pasteles de chocolate, lloraban extasiados, y se hacían regalos de última tecnología. Quise saber, me pregunté por qué yo no iba tan rápido como los demás, pero hasta mis ideas estaban paradas. Lo único cierto es que estaba ahí, quieto, y veía que todo se movía a una velocidad endiablaba, y que yo no era capaz de ir tan rápido.

lunes, 9 de enero de 2006

ÍTACA

Ítaca, después de todo,
era un montón de piedras
rodeado de desierto,
viejos agonizando en habitaciones de hospital,
una madre enferma,
un coche estropeado en la puerta del taller,
sucio de cagadas de pájaro.

Ítaca, después de todo,
no era más que un barrio pobre
en el extrarradio de una ciudad de segunda
sometida a la dictadura del sol y el ladrillo.

Ítaca, después de todo.

jueves, 5 de enero de 2006

SUÉLTALO YA

“Suéltalo ya”, le dijo Humphrey Bogart a la dama. Sólo unos segundos antes yo te había dicho “suéltalo ya”, mientras veíamos la película, y entonces Humphrey Bogart dijo “suéltalo ya”, y yo me quedé atónito mirando la pantalla, y tú también, pero tú me mirabas a mí. Como cuando estás leyendo la palabra convergencia en un libro o en el periódico y de repente la escuchas en el telediario o en una canción, a la vez, y no te queda más remedio que levantar la cabeza de lo que lees, atónito, y preguntarte por la casualidad o por la probabilidad de que, entre las cien o doscientas mil palabras que conforman un libro, el presentador o Humphrey Bogart repita, ya no sólo una palabra, sino una expresión completa. “Suéltalo ya”. Como si Humphrey Bogart supiera lo que pensaba y lo que iba a preguntarte, y ya los dos sin saber exactamente qué hacer, mirando atónitos al televisor, cuando Bogart, en el papel de Sam Spade o Philip Marlowe, private investigator, le preguntaba a una bella dama por algo e insistía “suéltalo ya”. SS o PM, qué más da, querían saber si la bella, joven y atractiva dama engañaba a su marido con otro tipejo, y en ese momento ni tú ni yo éramos conscientes de lo que estaba pasando a nuestro alrededor. Así que confesé que había contratado a un detective para que te siguiera, y tú arrancaste (arrancaste, como si el llanto fuera un motor) a llorar y te tapaste la cara y me dijiste que te veías con otro. Aunque puede que Humphrey Bogart nunca dijera aquella frase en ninguna película, como tampoco nunca dijo play it again, Sam. De todas formas, no estoy seguro de nada. Sam Spade y Philip Marlowe se parecen tanto que cualquiera diría que tienen la cara de Humphrey Bogart.

lunes, 2 de enero de 2006

LA LLANURA QUEMADA POR EL SOL

El lobo se tumba a la sombra del árbol,
sobre una roca desde la que otea la llanura despejada,
el horizonte partido en dos por una columna de humo que asciende
igual de lenta que un puñado de arena del desierto
que busca el suelo entre los nudillos de un hombre.

El lobo deja caer la cabeza sobre las patas delanteras.
Bajo el árbol, bosteza y mira la llanura quemada por el sol,
el horizonte, el cielo azul, el humo lejano.
No hay otra cosa que hacer, saciado tras la caza.
El lobo bosteza, todo está en calma.