martes, 26 de julio de 2011

A los que destruyen libros



Cada cierto tiempo, y dado que en Lorca hay más bares que librerías, me desplazo a Murcia para hacer acopio de libros y lecturas para los meses siguientes. En cualquier librería a la que entre, podré encontrar lo último de Arturo Pérez-Reverte, de Ken Follet o Gabriel García-Márquez (por citar sólo a tres muy conocidos). Pero hay otros escritores, menos conocidos, que jamás encontraremos en esas estanterías, en reediciones más modernas, actualizadas, revisadas... Son autores cuyos escritos no llegaron más allá de los límites de su ciudad, de su provincia, a los que el tiempo ha ido relegando de un papel secundario a casi al olvido absoluto.



Esos mismos escritores, sin embargo, son los que configuran la pequeña historia de la literatura de nuestra ciudad y, por eso, es de agradecer la labor que desde hace treinta años desempeña en Lorca la Asociación de Amigos de la Cultura. Sin ningún ánimo económico, sino simplemente por amor a la literatura y a su ciudad, han buscado en archivos, en bibliotecas particulares, en carpetas cubiertas de polvo, escritos de esos autores locales (tal vez no sean los mejores, tal vez su talento sea convencional, pero cuya presencia es testimonial y pintoresca). Más de tres décadas, por lo tanto, ayudando a que ese patrimonio literario no se pierda, a darle valor y a mantenerlo vivo. Testimonios de la ciudad que fue y que hoy conocemos gracias a ellos. De la misma forma que otros, dentro de muchos años, muchísimos, bucearán en las bibliotecas para leer cómo era Lorca a día de hoy, antes y después del terremoto.



Es por eso particularmente indignante que la ineptitud haya dado al traste con ese trabajo tan de agradecer: la semana pasada comenzó la demolición del edificio en el que, junto a otras asociaciones y ONG's, tenía su sede la Asociación de Amigos de la Cultura, una demolición ejecutada por los daños que causaron los terremotos del pasado 11 de mayo. Entendible hasta aquí, sí, pero incomprensible que, dos meses después de aquellos seísmos, y cuando este colectivo estaba pendiente de que les avisaran desde el Ayuntamiento de Lorca para recoger sus fondos, sus libros, sus archivos, estos trabajos comenzaron sin que nadie realizara la llamada o les dejaran algo de tiempo para recuperar lo que durante tantos años habían creado. Es más, tuvieron noticia del derribo días después. Algo falló. El resultado: 1.000 libros de autores de Lorca sepultados bajo los escombros, revistas, fotografías, reediciones de poemarios perdidos, ediciones limitadas de rarezas de la bibliografía local... Y, todo ello, como digo, por la ineptitud o incompetencia de quien no realizo la llamada de marras. Porque me consta que otras asociaciones sí fueron avisadas y sí pudieron rescatar su vestuario festero antes del derribo.



Más allá de cualquier otra consideración ideológica (ya se sabe que en un pueblo tan pequeño todos estamos siempre bajo sospecha), lo que sería necesario es algo más que una disculpa, que es lo único que ha ofrecido el Ayuntamiento de Lorca. Es de entender que en la situación actual que vive la ciudad haya otras prioridades, que el trabajo se acumule, que haya momentos de desbarajuste. Claro. Pero eso no basta. Porque en este caso no estamos ante una acción política con la que podemos no estar de acuerdo, no ante un despiste inocuo, o ante un imponderable de la naturaleza que no hemos podido evitar, sino ante una NE-GLI-GEN-CIA (con todas sus letras) por la que alguien tendría que asumir sus responsabilidades. Una negligencia que, me temo, lleva aparejado mucho de ignorancia y desprecio.



Hablamos de 1.000 libros (a los que hay que sumar también los de otra asociación perjudicada, BDM-Punto de Cultura), hablamos de patrimonio local, hablamos del trabajo desinteresado de muchas personas. Hablamos, en definitiva, de Cultura. De lo que somos y seremos en este municipio, aún conmocionado por los terremotos y a cuya reconstrucción contribuimos muchos acudiendo cada día a nuestro trabajo y tratando de hacerlo lo mejor posible. Es por eso por lo que cuesta entender esta inoperancia convertida en atentado a la Cultura.



A ellos, a los que destruyen libros, sólo les digo que lo que han hecho queda escrito. Tal vez no en la página de un libro como los que han hecho sepultar, pero sí en esta nota.



Si a alguien le molesta lo que escribo, hoy no voy a pedir disculpas. Estoy cabreado.

jueves, 14 de julio de 2011

Entrevista a Máez




Pablo se llama Máez cuando sube al escenario. Desde hace algún tiempo todo el mundo habla de él, y parece que aún se hablará mucho más. Con referencias musicales muy marcadas, pero con un estilo especial al mismo tiempo, lleva desde hace unos meses preparando el que va a ser su primer disco, "We'll Never Make It Home", del que ya ha dejado algún adelanto en forma de EP o en numerosos vídeos acústicos que encontramos en Youtube.



lunes, 4 de julio de 2011

Primer hombre rico, primer hombre pobre

Hubo un momento en la Historia en el que, por primera vez, una persona trabajo para otra. Un tiempo en el que ocurría algo que hasta entonces no se había dado: se producía una diferenciación entre un reducido grupo de personas que dominaban sobre las demás. Pero, ¿cuándo se produjo? ¿Sobre qué se cimentó esa relación de dominación y poder?

La respuesta a esas preguntas podríamos encontrarla en
La Bastida, un yacimiento de la Edad del Bronce situado en el municipio de Totana. Corresponde a la conocida como “Cultura Argárica” (conocida así porque el primer yacimiento documentado sobre ella se encuentra en El Argar, Almería) y desde hace años ha despertado el interés de muchos de investigadores nacionales e internacionales. Si nos remontamos a su época de mayor esplendor, en torno al año 1.700 a. C., nos encontraríamos con un asentamiento de 1.200 personas. “El más grande toda Europa Occidental por entonces”, asegura Vicente Llul, jefe del equipo de trabajo de la Universidad Autónoma de Barcelona que, campaña tras campaña, no deja de sorprenderse con los hallazgos que esconde este enclave de la Región de Murcia.