viernes, 16 de junio de 2006

SOY UN POCO MÁS ANIMAL

Como otros que en su tiempo
ansiaron en lo más profundo ser un piel roja,
yo a veces quisiera ser un animal,
en el buen sentido de la palabra,
vivir un poco más por instinto.
Quiero decir,
no leer los libros que recomiendan
los suplementos culturales,
ni comer en los restaurantes
de los que más se habla en la tele,
ni follar porque Lorena Berdún dice
que follar es bueno.

Ser un animal,
o lo que es lo mismo,
no ser hombre, ni mujer,
ni siquiera me gustaría ser niño,
sino tan sólo un animal salvaje.
Como un oso de la montaña,
o un lobo que se relame tras la caza.
Quisiera, tal vez, ser como un águila,
que tiene su guarida en las rocas,
en las cumbres más altas.
O como un mochuelo,
que vuela con el pecho hinchado,
que apenas toca las puntas del trigo,
aún verde.

miércoles, 7 de junio de 2006

TYPICAL

Para situarnos: duermo en calzoncillos por gentileza de Spanair o Tunisair (una de las dos, o las dos, no lo sé) que han extraviado mi pijama, además de la maleta con toda la demás ropa. Al otro lado del cristal se escucha el tráfico nocturno de una ciudad bulliciosa, con sus terrazas llenas de gente que toma te en la avenida principal. Pero lo que realmente me tiene fascinado es el canal internacional de Televisión Española. En la pantalla aparece un joven no muy alto, pero apuesto y delgado, que se sujeta los faldones de la chaqueta que viste y se arranca a bailar flamenco mientras suena la guitarra de un tipo a su lado. Baila con pasión, con sangre, golpeándose los muslos con las manos, dando palmas y levantándose una y mil veces la chaqueta, sin dejar de taconear y dar vueltas sin descanso. Al lado de la guitarra, una mujer canta: "¡Gitano, me quiere malamenteeeeiaouuuu....". Detrás de ella, otras dos tocan las palmas. Lo más fascinante no es la serenidad del guitarrista, ni la pasión del bailarín, ni la garganta tensa de la cantaora, ni tampoco la inquietante presencia de las dos palmeras. Ni siquiera es la luz lateral de un foco que ilumina la escena, que se sefleja en algún espejo y acentúa unos marcados claroscuros que dan a la escena un aire tabernario, profundo y desgarrado. No puedo apartar la vista de la pantalla: son todos japoneses, y no es España, es Tokyo. Poco más, así que a dormir. Esto es Túnez, y ya es 4 de junio de 2006.