jueves, 22 de noviembre de 2007

CASA TOMADA

Todo era como en ese cuento. Primero llegaron los albañiles, y nos quedamos sin cocina ni baño.
"Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo".
Luego llegó el carpintero. Tardó poco en hacer lo suyo y hubo un resquicio para ser optimistas. Pero fue sólo un espejismo: el electricista puso la casa patas arriba.
"Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos".
Luego, hubo que desmontar todos los muebles, camas, armarios, sofás: llegó la hora de pulir los suelos. El rumano que lo hace ha empezado hoy.
"Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras".
Esta noche duermo sobre un colchón en el suelo, arrinconado junto a otros muebles, apilados de forma desordenada, en el salón. Mañana llegan los pintores.
"-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? - le pregunté inútilmente.
- No, nada.
Estábamos con lo puesto".

(PD: Incluso he tenido que acudir a la biblioteca municipal para sacar estos fragmentos de Cortázar. No me atreví a aventurarme en el mar de pilas de cajas y paquetes en el que yo tengo el mío).

martes, 13 de noviembre de 2007

COMO EN UN DÍA DE FIESTA

Como en un día de fiesta,
las respetables mujeres maduras
de respetables barrios londinenses
enseñaban las tetas en la piscina
a las diez y cuarenta y ocho de la mañana.

Por el desayuno desfilaba
una monstruosa parada
de tullidos, lisiados y jubilados
por obra y gracia de las británicas pensiones
de Su Majestad la Reina.

Luego estaban los tatuados,
los solícitos macarras de la happy hour
(de 17:00 a 18:00h y de 20:00 a 21:00h),
los impasibles espectadores
de dúos musicales con desconchones.

Lo mejor era volver a la habitación,
encender la tele
y encontrarnos en las sábanas blancas.

Hacer el amor y soñar
con Cabo de Gata y películas de Sergio Leone.
Como si fuera un día de fiesta.