Yo de pequeño me quedaba fascinado por los mapas. Me regalaron un par de atlas, trasnochados y en desuso, pero que me mantenían enganchado por sus paralelos y meridianos, sus océanos, cordilleras y fronteras entre países que siempre eran de colores diferentes y uniformes, de nombres exóticos y, algunos de ellos, ya olvidados:
"El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad.
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