Tiburones en formol, calaveras cubiertas de diamante y Britney Spears dando luz a su bebé, colas interminables en el Prado un domingo cualquiera y una exposición de vídeo juegos en el Reina Sofía, bienales sacadas de la manga y la trangresión artística con copyright... De cosas como estas hablaba Antonio Muñoz Molina en su artículo de todos los sábados en Babelia, y el comienzo era casi como un cuento de ciencia-ficción, apocalíptico y tenebroso, que por un lado pone los pelos de punta, pero que por otro me hace cruzar los dedos a ver si fuera cierto dentro de un tiempo...
"Llegará un día, más tarde o más temprano, en el que habrá una sublevación general y problablemente victoriosa contra la tiranía de lo nuevo, contra la coacción y la angustia de no quedarse atrás, de estar al tanto de las propuestas rompedoras, de las últimas tendencias, de lo nunca visto. Los curators estrellas se verán forzados por la necesidad a implorar trabajo como bedeles en renacidas academias de dibujo artístico o como guías de turismo. Algunos, los más avispados, seguirán organizando bienales en apartdos municipios, pero se habrán cambiado el nombre para eludir el oprobio, y en las reuniones de padres de la escuela de sus hijos dirán que se dedican a algún trabajo honrado. En los centros innumerables de arte contemporáneo de las comunidades autónomas españolas se instalarán salones de bingo o museos de aperos de labranza y trajes regionales. Los críticos de arte ahora más punteros se apuntarán a cursillos de reeducación en los que irán aprendiendo, muy poco a poco, muy dolorosamente, a expresarse por escrito de manera inteligible (...) Como siempre pasa en las revoluciones y en las contrarrevoluciones, se cometerán excesos: la Tate Modern y el MoMA comapartirán una gran retrospectiva con las creaciones ceráminas más sobresalientes de la casa Lladró; los pintores se fotografiar delante de sus caballetes, con boina y perilla, sosteniendo la paleta, vestidos con anchos blusones..."
1 comentario:
Es que algo de nuestro arte se ha convertido en arte para la masa (mediocritatis causa); pero, naturalmente, no todo. Solo hay que dejar escuchar a solas, que lo bueno habla también en el silencio.
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