martes, 16 de mayo de 2006

SIGUE CORRIENDO (1ª parte)

Los vi salir a toda prisa del Hipercor. Apretaban contra su pecho lo que demonios hubieran robado esa tarde, y sin volver la mirada tomaron la esquina de una calle en la que los perdí de vista. Todavía iban a correr otra manzana entera, hasta tomar otra esquina en la que respirarían tranquilos, ya que nadie se apresuraría a darles caza tan lejos. Cuando los vigilantes de seguridad se hubieran puesto alerta, ellos dos ya se habrían perdido por la misma esquina de siempre.
Conocía su historia desde el principio. Los dos eran de un pequeño pueblo del sur. Allí, ella era cajera de un supermercado y él hacía el turno de noche en una gasolinera cercana. Él se pasaba siempre por el supermercado todos los días, casi cuando iba a cerrar y él iniciaba su turno. Compraba cualquier cosa, cualquier chuchería que comer durante la noche, más por aburrimiento que por hambre. Empezó a hacerle bromas y a ella empezaron a hacerle gracia. Estas bromas se volvieron cada vez más picantes y arriesgadas, y al final se enamoraron.
Un día, cuando el supermercado estaba ya casi vacío, él le dijo:
- Vámonos juntos. Damos el palo aquí y luego en la gasolinera, y nos escapamos.
Ella creyó que bromeaba, pero comprendió que no, y sin saber por qué, un impulso le llevó a decirle que en cinco minutos se iban a quedar solos ella y el jefe, que éste vendría a hablar con ella un rato y que empezaría a sobarla.
- Aprovecha, la puerta de atrás la deja abierta a esa hora, y le das fuerte.
Cuando el jefe le puso la mano en el culo, el muchacho le atizó por detrás con una botella de vino malo. Terminaron de bajar las persianas metálicas y en quince minutos desvalijaron el despacho del jefe. Llenaron el maletero del coche de éste de provisiones y se fueron a la gasolinera.
Él actuó de forma normal. Pasaron otros quince minutos hasta que se quedó solo y al mando de la gasolinera. Ella llegó con el coche, lo recogió junto al botín de la caja, llenaron el depósito y salieron de allí pisando a fondo el acelerador.
Aquella noche hicieron el amor (habéis oído bien) en un área de descanso de una autovía que pasaba por Cuenca. Durmieron abrazados en el asiento de atrás y a la mañana siguiente llegaron a Madrid.

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