martes, 25 de abril de 2006

¿Vienes a la cama, cariño?

Carolina aún olía a ducha cuando entró en el dormitorio. Iba envuelta en una toalla y desnuda de cintura para arriba. Carlos levantó la mirada del libro que leía y espió sus pechos. Luego, bajó los ojos otra vez al libro. Perdemos algo cuando regañamos con aquellos que nos lo han dado… Por el rabillo del ojo sintió a Carolina frente al armario, moviendo ropa, abriendo algunos cajones. …y no queremos ya que nada nos lo recuerde. Cerró las puertas. Carlos volvió a levantar los ojos: había sustituido la toalla por una de sus braguitas color carne para dormir y los pechos los tapaba una camiseta ancha que le robaba por las noches. Carlos siguió con Freud. O también cuando se desvanece el afecto que teníamos a tales objetos… Carolina abría cajones de la cómoda, bajaba la cabeza hacia el interior para buscar algo, levantaba los juegos de sábanas y la ropa que guardaba en ellos, y los volvía a cerrar. Carlos encendió la luz del techo por si le servía de algo. … y queremos reemplazarlos por otros más o menos mejores. Inquieta, también miró en las dos mesitas de noche, una a cada lado de la cama, una para cada uno de ellos. Entonces salió de la habitación. Mientras leía, Carlos siguió el sonido de sus pasos descalzos. Quince o dieciséis, tal vez diecisiete: había ido al baño. En efecto, escuchó a Carolina abrir la puerta. A esta misma actitud con respecto al objeto responde también el hecho de dejarlo caer, romperlo o estropearlo. En el tiempo que estuvo en el baño, Carlos llegó a un párrafo de la siguiente página. … y, sin embargo, no son tan raros los casos en que las circunstancias concomitantes de una pérdida… Carolina volvió a la habitación y se sentó a los pies de la cama, cansada de su infructuosa búsqueda. …revelan una tendencia a alejar provisionalmente o de un modo durable el objeto de que se trata. Carlos cerró el libro y se irguió un poco hacia ella. Iba a preguntarle qué es lo que buscaba, pero fue Carolina la primera en abrir la boca:
- ¿Has visto los condones?
Carlos se lo pensó un segundo, y se volvió a echar hacia atrás:
- No, creía que los guardábamos en tu mesita de noche.

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