Se hizo bibliotecario de la pequeña biblioteca de su ciudad para estar cerca de los libros, rodeado de ellos. Quería ser escritor y aprender de los grandes maestros de la literatura. Pensó que su proximidad, su continua lectura de obras universales le serviría en su aprendizaje. Sin embargo, con el paso del tiempo y la imposibilidad de escribir un libro, ni tan siquiera una frase buena, convirtió al pequeño bibliotecario de pueblo en un ser tímido y acomplejado. La decepción le hacía pensar que nunca sería incapaz de escribir nada que estuviera a la altura de sus ídolos, que ellos habían escrito todo lo bueno que había por escribir y todo intento de igualarse a ellos iba a ser vano e infructuoso. Todo estaba hecho ya. Enloquecido por su incapacidad de escribir, entró en la biblioteca una noche e hizo una enorme hoguera con todos los libros. Había que empezar la Historia de la literatura desde el principio para que sus libros tuvieran sentido. Pero como él era también un personaje de ficción, el protagonista de esta breve historia, el pequeño bibliotecario ardió junto a Sherlock Holmes, Don Quijote, Madame Bovary, el coronel Aureliano Buendía, Raskolnikov, Lady McBeth, los Tres Mosqueteros, la Maga, Stephen Dedalus, el Marqués de Bradomín, el capitán Ahab, Pedro Páramo, Gregor Samsa… y, bueno, todos los demás también.
1 comentario:
Queda mucho por descubrir.. sino estaríamos buenos...
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