Pero la más llamativa es sin duda la fotografía en contrapicado de la fachada de uno de los clubs sociales más importantes de la años 20, con sus detalles modernistas, y su terraza de veladores de mármol y sillas incómodas. En esta terraza, un grupo de camareros, de chaqueta blanca, sonríen junto a un grupo de parroquianos, desocupados, trabajadores en su hora del almuerzo y mozos de cuerda y rateros. De repente, en este aire de candidez que tienen todos los grupos de personas que sonríen en las fotografías antiguas, cuando las cámaras despertaban tanta extrañeza como curiosidad, a la misma altura de la cámara, sobre el atento grupo en la terraza y entre el cortinaje de una galería, aparece un hombre que mira fijamente a la cámara, sin sonreir, sin moverse, y es como si tantos años después mirara al espectador.
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