martes, 2 de octubre de 2007

ESA GENTE DE LAS FOTOS ANTIGUAS

A mí me pasa, y al resto de personas también. En una foto en la que aparece un grupo de personas, siempre nos llama la atención otra que permanece apartada del grupo. Me pasó el otro día, en una exposición de un fotógrafo local de principio de siglo, Pedro Menchón. Como esa foto de los soldados del Cuerpo Expedicionario que tomaba el tren camino de Marruecos, allá por el año 1909. Lo que nos llama la atención es ese hombre subido en el vagón, con su gorra y su uniforme, quizá algún un empleado de la compañía ferroviaria.


Pero la más llamativa es sin duda la fotografía en contrapicado de la fachada de uno de los clubs sociales más importantes de la años 20, con sus detalles modernistas, y su terraza de veladores de mármol y sillas incómodas. En esta terraza, un grupo de camareros, de chaqueta blanca, sonríen junto a un grupo de parroquianos, desocupados, trabajadores en su hora del almuerzo y mozos de cuerda y rateros. De repente, en este aire de candidez que tienen todos los grupos de personas que sonríen en las fotografías antiguas, cuando las cámaras despertaban tanta extrañeza como curiosidad, a la misma altura de la cámara, sobre el atento grupo en la terraza y entre el cortinaje de una galería, aparece un hombre que mira fijamente a la cámara, sin sonreir, sin moverse, y es como si tantos años después mirara al espectador.

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