miércoles, 17 de octubre de 2007

HOTELES

Me gustan los hoteles porque me siento un desconocido. Un nombre, una reserva, un número de habitación. Asomarme a la ventana de la habitación y ver una ciudad diferente a la mía, ser un extraño, tal vez un extranjero que habla una lengua incomprensible. Me gusta quitarme mi piel diaria y no ser yo, ni siquiera otro, tan sólo nadie. Sacar el vaso de cristal de su bolsa de plástico y colocarlo sin usar junto a lavabo. Dejar las toallas en el suelo, si lo que quiero es que las cambien. Sentarme en el hall y ver a la gente que entra y que sale: familias, parejas, ejecutivos, turistas, ejecutivos con parejas, con familias, viajantes y viajeros... Luego, echo un último vistazo por la ventana y me meto en una cama, de sábanas blancas y frías, en la que nunca he estado.

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