viernes, 5 de diciembre de 2008

ENTREVISTA CON CARMEN HERNÁNDEZ, ARQUITECTA

El reto era grande: construir un teatro en Iasi (Rumania) que sustituyera el Teatro Nacional durante sus obras de rehabilitación y que el proyecto estuviera listo en tres meses con un presupuesto que no superara los 250.000 euros. Pero, trabajando desde Austria, la arquitecta Carmen Hernández y su colega rumano Angelo Roventa, que forman el estudio Transcontinental Architecture, lo consiguieron. Y, además ganaron la Bienal de Arquitectura de Bucarest por este proyecto de teatro efímero y respetuoso con el medioambiente.

¿Cómo os adaptasteis a las condiciones y cómo lo planteasteis?
Además del bajo presupuesto y el poco tiempo que teníamos, nosotros mismos nos marcamos dos premisas: sostenibilidad y responsabilidad. Queríamos que el teatro fuera un edificio biológico, reciclable. También buscábamos que energéticamente funcionara bien. Y que no fuera sólo una sala en la que podía haber conciertos o representaciones, sino que cumpliera bien con esa función. Por eso, lo concebimos como una caja de resonancia hecha de madera. Se hizo una cimentación y, sobre esa base, con una capa de aire, construimos una caja de madera. No sólo un cerramiento, sino que todo el conjunto es de paneles de madera para que acústicamente funcionara bien y estuviera bien aislado.

Después de esto, el teatro tendrá una nueva utilidad…
Sí. Además se puede utilizar como sala multifuncional: como teatro, como sala de exposiciones. Hace poco se organizó también una bienal de arte. No estaba previsto hacerlo así, pero el espacio les pareció adecuado. De hecho, lo desmontarán para darle una nueva ubicación.

¿Es un claro ejemplo de que la necesidad agudiza el ingenio?
Vaya que sí. Al principio dijimos “imposible”. Pero siempre hay una solución para todo. Optimizamos bastante el presupuesto y se ha conseguido una calidad relativamente buena.

¿Hay una nueva generación de arquitectos más preocupados por las cuestiones sociales y medioambientales que otros más atentos a proyectos megalómanos y faraónicos?
En ese sentido, nos desmarcamos de esa tendencia. Buscamos que las componentes de sostenibilidad y ecológica estén presentes. Y no sólo en el teatro, sino en otros proyectos también. De hecho, hace poco hicimos un proyecto muy pequeño para una biblioteca particular, y conseguimos hacerlo sin calefacción. Y eran en los Alpes. También nos interesa la componente social de la arquitectura. Nuestro último proyecto propio es una vivienda flexible de bajo coste que solucione los problemas de precio y espacio que existen hoy en día.

Con este proyecto estáis nominados al premio de arquitectura Mies Van de Rohe, uno de los más prestigiosos a nivel europeo. ¿Qué opciones tenéis de conseguirlo?
Es bastante difícil, hay que ser realistas. Nosotros, con el hecho de estar nominados, ya estamos contentos. Pero está bien que proyectos como este sean nominados. Sobre todo porque se le da importancia y voz a esta arquitectura dedicada a proyectos más pequeños y que cada vez están resultando más interesante. A nosotros nos interesa seguir con esta arquitectura experimental.

¿Habéis visto ya alguna obra de teatro en Iasi?
Ja, ja. Todavía no. Nos invitaron, pero queda un poco lejos de Austria.

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