Me gustaría tener un piso con una ventana que diera sobre la Gran Vía, y si lo tuviera, me gustaría pasar el tiempo asomado a ella, todo el día tal vez. Me gustaría pasar la vida entera así. Me crecerían la barba y las uñas, mi piel se quemaría por el sol y la intemperie. El teléfono sonaría una y otra vez, sin que nadie contestara, y las cartas se amontonarían en el buzón. El jefe me buscaría con desesperación, un telegrama diría “despedido” y, tras varios avisos, otro diría “embargo”. Yo seguiría allí asomado, sin nada que hacer, sólo observar con atención de entomólogo nabokiano a los bichitos que circulan por la Gran Vía, con sus prisas, sus problemas y sus vidas. Imaginándolos y dejándolos pasar en silencio, sintiendo en la lejanía el rastro que sus historias dejan tras de ellos, que queda en el aire por unos segundos. No me gustaría hacer nada más que eso, todo el día asomado a la ventana. Como aquel personaje de un cuento de Cortázar que observaba a otros bichitos raros:
“Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardin des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl”.
Sin embargo, sé que yo nunca llegaré a ser un axolotl. Vuelvo a tomar las palabras de otro cuento de Cortázar:
“Me dolía un poco no estar del todo en el juego, mirar a esa gente desde fuera como un entomólogo. Qué le iba a hacer, es una cosa que me ocurre siempre en la vida, y casi he llegado a aprovechar esa aptitutd para no comprometerme”.
Qué le iba a hacer yo: un piso en la Gran Vía no está al alcance de mis posibilidades.
2 comentarios:
A lo mejor un balcón en Gran Via te llega, porque total el piso para que lo quieres, y un balcon puede que esté al alcance de tus posibilidades...es una idea.saludos!
Como única fan exijo que actualices. He dicho.
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