En Madrid, tras una cena sin duda larga y en buena compañía, dos jóvenes universitarios vuelven a su residencia. Es el Madrid de los años 20 del pasado siglo, y caminan por calles que cada vez les alejan más del centro. Un gitanillo les pide unas monedas a cambio de tocar la guitarra. En la frente de uno de ellos aún vuela la niebla del vino de la cena. “Baila, que yo te voy a cantar”, le dice al gitanillo, mientras afina la garganta.
Es Federico García Lorca el que canta y su vocecilla característica sería recordada en aquel preciso momento muchos años después, a miles de kilómetros de distancia, por Rafael Méndez (1906-1991), amigo del poeta y testigo de aquella escena.
Lo hace en sus memorias Vivencias Inversas, en el que dedica un amplio capítulo a hablar de la Residencia de Estudiantes, un referente cultural, científico e intelectual, que entronca directamente con la Institución Libre de Enseñanza o con el espíritu de la Junta de Ampliación de Estudios. Fue en octubre de 1910 cuando echó a andar, así que por lo tanto esta insigne institución ha celebrado durante este año su centenario, marcado por el sueño truncado de la Guerra Civil y la dictadura franquista.
Es Federico García Lorca el que canta y su vocecilla característica sería recordada en aquel preciso momento muchos años después, a miles de kilómetros de distancia, por Rafael Méndez (1906-1991), amigo del poeta y testigo de aquella escena.
Lo hace en sus memorias Vivencias Inversas, en el que dedica un amplio capítulo a hablar de la Residencia de Estudiantes, un referente cultural, científico e intelectual, que entronca directamente con la Institución Libre de Enseñanza o con el espíritu de la Junta de Ampliación de Estudios. Fue en octubre de 1910 cuando echó a andar, así que por lo tanto esta insigne institución ha celebrado durante este año su centenario, marcado por el sueño truncado de la Guerra Civil y la dictadura franquista.